Decido yo, aunque necesito tu aprobación
Por Christian Devia
Locutor, periodista y coach ontológico profesional, para El Chubut.
por REDACCIÓN CHUBUT 01/11/2025 - 19.30.hs
¿Cuántas veces hacemos algo buscando la aprobación de los demás… aun cuando, en el fondo, ya sabemos que igual lo vamos a hacer?
¿Y qué pasa en nuestras relaciones o con nosotros mismos cuando forzamos esa necesidad de aprobación, aunque luego hacemos lo que nos parece a nosotros?
Hace unos días, en un supermercado y mientras esperaba en la cola para pagar mi compra, me encontré con una escena que me dejó pensando.
Delante mío, una pareja hacía su compra. La mujer pasaba los productos a la cajera, mientras que el hombre acomodaba los productos en bolsas de tela y cajas.
De pronto ella levantó una golosina de una góndola cercana a la caja. Antes de ponerla en el carro, miró al hombre como esperando un gesto de aprobación para esa compra. Él negó con la cabeza, con un gesto despreocupado, como diciendo que no era importante. Y, sin embargo, ella la puso igual en la suma de productos.
Me quedé dándole vueltas a esa situación. ¿Por qué necesitamos tanto la aprobación del otro, incluso cuando igual terminamos haciendo lo que queremos? Así como tenemos funciones vitales, los programas ya establecidos de fábrica y que mueven toda nuestra biología, existen las funciones emocionales, que son las que se configuran para hacer surgir las emociones.
La Búsqueda de Aprobación es parte de nuestra vida, y es una de esas funciones emocionales, que, en conjunto con otras, conforman una emoción, y a su vez puede transformarse en un estado de ánimo, si es que elegimos persistir en ella. Forma parte de ese entramado emocional que nos sostiene y que también nos condiciona. El neurocientífico argentino Federico Fros Campelo en su libro Mapas Emocionales, concluye que existen varias funciones emocionales que se conjugan para atender cada situación de la vida.
La Búsqueda de Aprobación es una de ellas y es el sistema que precisamente regula la necesidad de pertenecer a algo más grande que nosotros. Entra en juego en muchas circunstancias y es fundamental en el sostenimiento de relaciones sanas.
Estamos continuamente buscando aprobación para conseguir algo: en una entrevista laboral, en un equipo deportivo, en un grupo de pertenencia, en nuestra familia.
Y para nuestro cerebro, que está fundamentalmente programado para preservar la vida detectando y evitando potenciales peligros, la aprobación y el pertenecer, es una manera de no estar sólo, es una manera de salvarse de los peligros.
Volviendo a la escena del supermercado, ¿Por qué la mujer necesitaba la aprobación del hombre para sumar esa golosina que ya tenía decidido llevar?;
¿Por qué necesitamos la aprobación?
¿Quizá sea para alivianar la carga de la decisión tomada ante un resultado indeseado?; ¿Para evitar responsabilizarnos por nuestras decisiones?
En el caso de esa pareja, se me ocurre que una vez comido el chocolate se sintieron mal del estómago, él dice para que lo compraste y ella contestaría, porque vos me dijiste que sí… y comienza una discusión evitable.
Quizá también buscamos ser aprobados para sentir que alguien nos respalda, y ese respaldo nos valida como persona, valida nuestro Estar siendo en la vida. Tal vez porque nuestro cerebro asocia la desaprobación con peligro, con la amenaza de quedar solos, de no pertenecer.
En este punto dejame agregar que al parecer y según investigaciones de los últimos años, el dolor emocional ante un rechazo enciende en nuestro cerebro las mismas redes neuronales que ante un dolor físico. Y el dolor físico puede asociarse con peligro de muerte…
La verdad es que todos buscamos ser aprobados. Queremos ser aceptados, reconocidos, acompañados. No somos invisibles y necesitamos que nos vean. Somos seres sociales, necesitamos del otro.
Ahora… ¿Hasta qué punto vamos a seguir dependiendo de la mirada ajena para hacer lo que realmente deseamos?
¿Dónde ponemos el límite entre buscar aprobación y elegir por nosotros mismos?
La aprobación de los demás puede acompañarnos, la necesitamos, pero no puede definirnos.
Porque si siempre esperamos que otro diga “sí”, perdemos nuestro Ser único, y corremos el riesgo de perdernos la oportunidad de decirnos “sí” a nosotros mismos.
Hoy te invito a que te preguntes: ¿qué decisión estás postergando por miedo a la desaprobación?
La respuesta puede ser el primer paso para empezar a vivir en serio, desde vos mismo y no desde otros.
Buen domingo y mejor comienzo de semana.
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