(Por Gustavo Gómez). El próximo jueves, el club Guillermo Brown llevará a cabo la asamblea general ordinaria para renovar autoridades, será en el Benito García, desde las 19 horas. En un contexto marcado por la falta de pluralidad y la escasa participación social, Mariano Eliceche se prepara para asumir un segundo mandato al frente de la institución.
Aunque su decisión de continuar, fue tomada “por amor al club”, tras no haber otras alternativas dentro del oficialismo, esta segunda gestión se presentará como una oportunidad histórica para reconfigurar el presente y proyectar el futuro de Brown.
UN PADRÓN EXIGUO
Que el club tenga apenas 121 socios habilitados para votar en esta asamblea no es un dato menor. Por el contrario, es una señal alarmante para una institución que en enero celebrará su 80.º aniversario. Brown es mucho más que un equipo de fútbol; es un símbolo deportivo y social de Puerto Madryn. Sin embargo, esta baja participación refleja un agotamiento del modelo dirigencial que ha imperado durante los últimos 25 años, encabezado por la familia Eliceche.
Durante ese cuarto de siglo, los logros deportivos son innegables. La historia de Brown está marcada por éxitos memorables: más de dos décadas de presencia en el fútbol profesional, cuatro títulos históricos, partidos contra gigantes como River y Boca, y hasta una lucha épica por el ascenso a la Primera División en 2017. Pero detrás de esos triunfos, hay una realidad institucional que exige cambios profundos: un club que parece reducido a una cáscara deportiva y que ha dejado de ser un espacio de integración social.
¿RENOVACIÓN O REPETICIÓN?
La decisión de Mariano Eliceche de postularse nuevamente como presidente no estaba en los planes iniciales. Su intención de alejarse quedó truncada por la falta de candidatos dentro del oficialismo y la imposibilidad de la lista opositora de reunir el mínimo de 28 socios para competir. Este contexto, lejos de ser una excusa, puede convertirse en una oportunidad única para Mariano Eliceche y su nuevo equipo de colaboradores.
El desafío es claro: revertir la imagen de una dirigencia desgastada y abrir las puertas del club hacia un modelo más inclusivo y pluralista. Las primeras señales apuntan a un cambio de enfoque. Gente sin experiencia previa en la vida política del club se suma con la intención de aportar nuevas ideas, planteando una “apertura social” y una ampliación de la oferta deportiva.
Esto significa ir más allá del fútbol, consolidar un proyecto institucional que fomente la participación activa de los socios y vecinos de Madryn, y avanzar en obras largamente postergadas. Brown necesita algo más que mantener su estadio para el equipo profesional; requiere espacios que inviten a la comunidad a involucrarse, a sentirse parte de la institución.
UNA OPORTUNIDAD IRREPETIBLE
Mariano Eliceche tiene ahora una oportunidad histórica para torcer el rumbo. Este segundo mandato no puede ser una continuidad de lo que ya fue. Es el momento de liderar un cambio que responda a las demandas de aquellos sectores que, aunque críticos, quieren lo mejor para el club.
Que Guillermo Brown tenga 121 socios habilitados es más que un número. Es un síntoma de una crisis de representatividad, de un club que ha perdido conexión con su comunidad. Este desafío no es solo de la dirigencia, sino también de los socios y simpatizantes que deben involucrarse y exigir un club más plural, participativo y abierto.
El futuro de Brown no puede depender únicamente de la pelota. Los logros deportivos, por más brillantes que sean, no sostendrán a una institución que necesita afianzar sus raíces sociales. La asamblea del jueves no es solo un trámite: es una oportunidad para empezar a construir un Guillermo Brown más grande, más inclusivo y más representativo.
Mariano Eliceche tiene la última palabra. ¿Será capaz de liderar ese cambio? ¿O será recordado como una extensión más de una dirigencia que no supo adaptarse a los nuevos tiempos? El destino de Brown, ahora, está en sus manos.