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Científicos, turistas y pescadores: revelan datos extraordinarios sobre la ballena jorobada

En el Parque Provincial Patagonia Azul, Chubut, un proyecto colaborativo conecta a la especie con rutas migratorias que cruzan medio planeta, uniendo a científicos, turistas y pescadores en el registro de individuos que viajan desde Brasil hasta la Antártida. Cada avistaje aporta información valiosa sobre sus desplazamientos, hábitos y preferencias de hábitat, convirtiendo a esta zona en un punto clave para la investigación y conservación de la ballena jorobada en el Atlántico Sur.

por REDACCIÓN CHUBUT 15/08/2025 - 13.19.hs

En el Parque Provincial Patagonia Azul, Chubut, un proyecto colaborativo conecta a la especie con rutas migratorias que cruzan medio planeta, uniendo a científicos, turistas y pescadores en el registro de individuos que viajan desde Brasil hasta la Antártida. Cada avistaje aporta información valiosa sobre sus desplazamientos, hábitos y preferencias de hábitat, convirtiendo a esta zona en un punto clave para la investigación y conservación de la ballena jorobada en el Atlántico Sur.

 

Por años, las ballenas jorobadas fueron visitantes ocasionales e invisibles de la costa de Chubut. Hoy, un catálogo en expansión —y una red de observadores que une a científicos, turistas y pescadores— está revelando algo extraordinario: Patagonia Azul se está convirtiendo en un punto fijo en la agenda migratoria de algunos individuos, que regresan temporada tras temporada y “presentan” la zona a nuevas visitantes.

 

Lucas Beltramino, biólogo del Proyecto Patagonia Azul, de Rewilding Argentina, recuerda el inicio casi por accidente: “El primer avistaje de una jorobada en Patagonia Azul (por parte del equipo) fue el 21 de agosto de 2020. Pero no fue el primer registro, ya que hasta el año siguiente no pudimos empezar a registrarlas. El 20 de octubre de 2021 empieza nuestro catálogo. Ese día estábamos navegando, nos encontramos con las ballenas e hicimos fotos, pero sin pensar en un registro. Después, ya en tierra, hablando con amigos biólogos, surge la idea de hacer un catálogo”.

 

De la casualidad al monitoreo sistemático

 

En tres temporadas, el trabajo pasó de avistajes aislados a campañas dedicadas exclusivamente a la búsqueda y registro. “El monitoreo consistía en registrar ballenas cuando salíamos a navegar por otras actividades. Pero cada vez le fuimos poniendo más esfuerzo. En las últimas dos temporadas (octubre-marzo) tuvimos 75 y 82 navegaciones, con un total de 22 y 63 individuos registrados respectivamente, algunos individuos más de una vez”.

 

Algunos ejemplares fueron vistos más de una vez, reforzando la idea de que el área se está transformando en una escala reconocida. La clave está en las fotos de la cara inferior de la aleta caudal, esa “huella digital” única de cada ballena. 
“La aleta caudal posee patrones irrepetibles en cada individuo – detalla el biólogo - Para registrar esa imagen lo mejor es permanecer a una distancia prudente y esperar el momento en que saca la cola, y en ese momento tomamos la foto. En caso de no poder registrar la cola, también hacemos fotos de las aletas dorsales, de ambos lados, y siempre tratamos de asociar esta foto a la de la cola para poder identificar individuos cuando solo vemos esa aleta”.

 

Las imágenes permitieron trazar conexiones sorprendentes: ejemplares vistos en Patagonia Azul también aparecieron en el canal de Beagle, en la península Antártica y en las aguas cálidas del norte de Brasil.

 

Los datos extraordinarios que cambian el mapa

 

Entre los hallazgos más impactantes está el seguimiento de RA-PA-MN8, un ejemplar que visitó el área durante tres temporadas seguidas, fue visto en Tierra del Fuego y reapareció en Brasil. “Otro individuo interesante lo vimos por primera vez el 28 de enero de 2024 y la siguiente vez fue el 29 de enero de 2025, casi un año después”.

 

“Lo que vemos hasta ahora son conexiones con poblaciones principalmente del centro y norte de Brasil, pero también tenemos reavistajes en el canal de Beagle y dos en la península Antártica, y esto es solo con fotos, nuestras, pero también de otros investigadores y de turistas”, explica Beltramino.

 

Dos de esos registros clave llegaron gracias a turistas. “Fueron hechos por persona que visitaban los lugares: el de Tierra del Fuego y el de Patagonia Azul. En algunos casos fueron cargados directamente en HappyWhale y en otro nos compartieron directamente a nosotros”.

 

Y la red se expande: “Estamos mucho en contacto con colegas de Brasil, también con colegas locales en Tierra del Fuego y Caleta Olivia. Recientemente nos invitaron a participar en una publicación científica donde se destacan movimientos de algunos individuos entre poblaciones de jorobadas del océano Pacífico y Atlántico, mencionando también estos avistajes entre Patagonia, Antártida y Brasil. En esta publicación participó gente de Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Estados Unidos y Australia”.

 

Seguirlas desde cualquier parte del mundo

 

Beltramino destaca que uno de los individuos más especiales es la RA-PA-MN8, que visitó Patagonia Azul durante tres temporadas seguidas, fue visto en el canal de Beagle y recientemente en Brasil. “En el siguiente link https://happywhale.com/individual/76353 se puede ver todos los registros que tenemos de este individuo, y también se puede seguirlo, ingresando a esa página para recibir una notificación cuando vuelva a ser registrado”.

 

Otro caso llamativo es el del ejemplar observado por primera vez el 28 de enero de 2024 y reavistado exactamente un año después. “En la web se pueden consultar sus registros y seguirlo de la misma manera”, explica Beltramino. Estos enlaces permiten a cualquier persona, en cualquier parte del mundo, seguir la historia de cada ballena y sumarse a la red global de observadores.

 

Cuando la ciencia y la emoción se encuentran

 

Beltramino también recuerda escenas que no entran en ningún gráfico: “Uno de los encuentros que recuerdo mucho fue uno que se sintió más como un avistaje de humanos por parte de una ballena que al revés. Creemos que es una hembra y la primera vez que la vimos estaba con un individuo más pequeño que podría ser su cría. Después de registrarla apagamos el bote y esta ballena comenzó a acercarse y rodearnos muy despacio. Nos miraba de distintos ángulos, incluso asomándose de forma vertical. Es el tipo de encuentros en los que no te sentís como un observador, sino como parte de la escena. Es una conexión sin diálogo con un animal fascinante. Tuve la suerte de compartir este encuentro con mi familia, y eso lo hace mucho más único”.

 

En este intercambio entre ciencia y comunidad, Patagonia Azul pasó de ser un rincón apenas mencionado en los mapas a un sitio de referencia para la investigación de la ballena jorobada en el Atlántico Sur. Cada registro amplía el conocimiento sobre sus rutas migratorias y refuerza la necesidad de proteger un área que, cada temporada, gana mayor protagonismo en la agenda de la especie. Los datos recopilados ya forman parte de estudios internacionales y, con el salto a la tecnología GPS, el proyecto se prepara para aportar información inédita a nivel global.

 

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