Especial para EL CHUBUT

Una familia, dos casas

Seis meses después de conocerse en un club de pádel, Clara y Andrés vivían bajo el mismo techo. Estaban muy enamorados, y aunque la falta de apoyo de las respectivas familias se hacía notar, ellos sentían que no los necesitaban. Estaban felices y convencidos de que el resto del mundo estaba a su favor.

 

Y así fueron creciendo como pareja a la par de que la familia se agrandaba. Primero llegó Valentina, después Azul y finalmente Ámbar. Cuando la más pequeña ingresó al jardín, Clara dejó su trabajo en el Shopping y se dedicó a estudiar una carrera en la Universidad. Andrés, mientras, había ascendido a Jefe de Taller en una repartición pública en que trabajaba desde que terminó el secundario. Las cosas en la familia funcionaban bastante bien, a pesar del ajetreo en la crianza, el trabajo, y el estudio.

 

Sin embargo, algunas diferencias que no habían sido demasiado importantes al comienzo, empezaron a intensificarse. Tal vez las exigencias de la nueva realidad familiar y lo escaso que resultaba un solo sueldo para afrontar con comodidad los gastos de la casa, generaban una constante tensión. Clara y Andrés sobrellevaban la situación como podían, con poco o casi nada de diálogo, pero poniendo mucha paciencia y la mejor onda. Cada tanto volvían a jugar al Pádel, llevaban a las nenas al club de hockey y algún fin de semana largo y con presupuesto ajustado, se hacían un viajecito a Cordillera. Mal que bien la pareja seguía adelante, con la convicción de que lo mejor para las hijas era que se mantuvieran unidos.

 

Cuando Clara se recibió y empezó a ejercer, la situación económica de la familia mejoró mucho. Sin embargo, tener más plata, a ellos, les significó nuevas y más profundas diferencias, porque rara vez coincidían en los criterios para gastarla. Cuando la mayor de las hijas ingresó en la adolescencia, las diferencias eran enormes y para cuando la menor terminó la primaria, los desentendimientos se habían extendido a casi todo. Las discusiones se fueron haciendo cotidianas, y también los ocultamientos como forma de evitarlas. De a poco y sin darse cuenta, fueron involucrando a las hijas con algún secreto, alguna complicidad, a veces alguna responsabilidad ajena a su edad. Todas maniobras necesarias para tapar los baches.

 

Finalmente, y cuando ya no pudieron más, Clara y Andrés lograron ponerse de acuerdo en que la solución era separarse. Clara se quedó con las nenas en la casa familiar (de un barrio IPV y con deuda hipotecaria) y Andrés se alquiló un dúplex en Playa (porque fuera de temporada es más barato). Armaron un esquema de encuentro entre el papá y las hijas, que trataron de cumplir a pesar de la distancia y las dificultades por las diferencias de intereses, horarios y actividades. Pero no volvieron a ponerse de acuerdo en nada más.

 

Con el paso del tiempo, y sin quererlo, se fueron involucrando en una pelea interminable, porque cada uno entendía que la razón estaba de su lado, cualquiera fuera el motivo en disputa (la cuota alimentaria, las deudas de las tarjetas, el pago de los servicios de la casa familiar, los traslados a Playa y el gasto en combustible, las cuotas IPV, los permisos a las nenas, las intromisiones de las respectivas familias, las actividades extraescolares, los horarios y permisos a la hija adolescente, qué escuela para la más chica, el pago del viaje de egresados, dónde festejar los cumpleaños...)

 

La batalla ahora se había extendido a mutuas denuncias (porque no faltó algún incumplimiento, ni tampoco situaciones violentas, con griteríos, insultos, amenazas y hasta algún empujón) por lo que tuvieron que contratar abogadas, y todo ahora transcurre en un escenario judicial. Si bien las abogadas tratan de calmarlos, ninguno de los dos quiere aflojar. Los expedientes en el Juzgado de Familia, crecen. Y las nenas la pasan muy mal, con dificultades para dormir, llantos y angustias repentinas, y menor rendimiento en la escuela y las actividades extraescolares.

 

Pero Clara y Andrés tampoco la pasan bien. La separación sigue siendo dolorosa para ambos porque con ella se fue el proyecto de familia que habían imaginado. Se sienten mutuamente defraudados, están heridos, han ocurrido cosas muy feas, no logran despegar de la situación, extrañan a sus hijas, y la aparición de nuevas parejas ha complicado aún más las cosas. Viven enojados con el otro/a. Dedican demasiado tiempo y no poco dinero para sostener el asesoramiento de sus abogadas. Y, sobre todo, se sienten culposos ante sus hijas. Hacen lo mejor que pueden, porque saben que lo más importante es protegerlas, pero no logran dar vuelta la página. La batalla ha cobrado su propio ritmo y ya no saben cómo salirse de ella.

 

La intervención que podría ayudar a esta familia es la Coordinación de Parentalidad. Sería la manera de evitar el sufrimiento de las hijas, pero también el de Clara y Andrés que, intentando hacer lo que mejor pueden, no saben cómo salir del enfrentamiento.

La Coordinación de Parentalidad, trabajaría inicialmente para pacificar el vínculo entre Clara y Andrés. Los escucharía a ambos por separado y, en la compresión de cada punto de vista, les iría dando herramientas y recursos para dejar la confrontación, y gradualmente pasar a una forma más sana de cuidar y criar a las nenas, como pareja separada. El foco estaría puesto en el bienestar de Valentina, Azul y Ámbar, en su derecho a crecer en un ambiente sin conflictos, a estar en contacto con Clara y Andrés y sus abuelos y demás familiares, y a crecer bajo el amparo y la responsabilidad de ambos en el seno de una familia que ahora tiene dos casas y dos contextos de crianza.

 

 

La Coordinación de Parentalidad puede ser ordenada por jueces/juezas, pero también solicitada por uno o ambos progenitores.

 

Para más información: copa.chubut@gmail.com

 

El relato ha sido ficcionalizado, pero se compone de situaciones y problemas que habitualmente se presentan en mi práctica como mediadora familiar/coordinadora de parentalidad. Este texto tiene la pretensión de ser no sexista. Usamos los géneros masculino y femenino del modo en que la lectura sea más cómoda.

 

¿Querés recibir notificaciones de alertas?